sábado, 8 de enero de 2022

Mi Capitán

 


MI CAPITÁN

¡Cómo se han ido los años!
desde aquel día en que mi hija Claudia
me dijera: 
"Mamá, en la casa de un amigo
hay un cachorro San Bernardo,
y lo hacen dormir a la intemperie,
todo mal alimentado.
¡Mamá, no lo quieren!

Yo me opuse unos días,
pero finalmente me dejé convencer.
Y en un atardecer soleado
fuimos a recoger
al ejemplar más hermoso
que he visto en mucho tiempo.
Su pelaje suavísimo,
parecía el de un conejo.

Era blanco y de orejas pardas.
Inmediatamente se adueñó
de nuestros corazones.
Le pusimos por nombre: "Capitán".
Y con nuestro cocker spaniel
hizo inmediata amistad.

Muy pronto nuestro San Bernardo
fue creciendo,
y se mostraba territorial;
buenos sustos nos dio
persiguiendo al cartero,
y mordiendo por aquí y por allá.
Pero con nosotros
era un perro mimoso,
dócil y tierno.

Su comida era un festín
en la refrigeradora,
que él mismo con el hocico
aprendió a abrir.
Hasta que mi esposo lo detuvo
de un sólo zas,
y entonces empezó a contentarse
con su comida de bolsa:
"Ricocán".

Yo lo llevaba de paseo,
pero era más bien él
quien me llevaba a mí.
Su fuerza era terrible.
Había engordado y era ya
un hermoso mastín.

Mi hija Claudia lo llevaba a correr
y a visitar la chacra
que está en frente
de nuestra casa.
Allí Capitán se asustaba
y sorprendía, de ver animales
que lo superaban en tamaño,
como las vacas y los caballos.

En las noches dormía
bajo la cama de mi hija menor,
ella era su preferida,
aunque él siempre supo
que yo era "su mamá",
la que más lo engreía.

La gente en sus camionetas
se detenían,
y familias enteras asomaban
por las ventanillas
para verlo pasar.
Muchos me preguntaban
su nombre y por acariciarlo
suspiraban.
Pero él era un peligro
para el vecindario.

Fue pasando el tiempo,
y de pronto se fue apagando.
Como que le faltaban las fuerzas,
no comía como antes
y estaba adelgazando.
Lo llevé a muchos médicos
inutilmente.
Nadie supo darme un diagnóstico
temprano.

Finalmente
mucho jadeaba,
y le apareció un bulto enorme
en la garganta.
El último veterinario me dijo
que de un sarcoma se trataba,
mientras mis lágrimas corrían.

No podía verlo sufrir más.
Esa misma tarde
lo saqué con su correa
por los mismos caminos
por donde vagabundeáramos
tantas veces felices,
y lo llevé al triste jardín del callejón,
donde señorea un sauce solitario.

Y allí mi Capitán fue sacrificado
en medio del canto de los pájaros.
Se fue yendo lento,
mi perro amado
y sus ojitos se cerraron.
Solamente vivió seis años.
Y allí mismo, junto al sauce llorón,
lo enterramos.
Hoy visitan su tumba las mariposas,
y algunas veces nuestros pasos.



INGRID ZETTERBERG

Dedicado a mi amado
perrito "Capitán", que aquí abajo
está durmiendo junto a nuestro
perrito cocker spaniel "Pelusón"







No hay comentarios.:

Publicar un comentario

A mi Capitán

(Foto tomada por mí) A MI CAPITÁN Era un pompón como ningún otro. e impactante, y desde muy joven muy territorial Mi perro Capitán era un Sa...