LAS MIGAJAS DE TUS MANOS
Entre su ser y el mío
estás tú Señor.
Y añoro ya
en nuestro terruño
un milagro.
Dame las flores
tras el invierno.
Aquellas
que permanecen
escondidas
en tu manto.
Dame sus colores.
No detengas la lluvia,
la que viene
con tus pasos.
¿Hasta cuándo
el huerto no nacido?
Él y yo
estamos solos.
En nuestra muralla
resquebrajada
por el sol,
crece un cactus,
mimado por sus ojos.
Nuestros anhelos
vuelven siempre
a las cuatro de la tarde,
en el mismo beso fatigado.
Abre la puerta
mi Dios.
Te estoy implorando.
Danos tus migajas,
las que caen
de tus manos
para nuestro hambre
gastado.
INGRID ZETTERBERG
Derechos reservados
De mi poemario
"Tu luz y mis versos"
(Este es un clamor
a Jesucristo que yo le hice
en el año 2,000 por mi matrimonio)