ÑANDUBÍ*
Ayer me alumbraron tus ojos
en el lecho de mi vientre,
cuando ignoraba lo que traías
para mí
en tus pequeñas manos.
Ayer caminabas
con diminutos pies
en el fondo de mis deseos,
y yo cuidaba de tu alma.
Pero te fuiste escondiendo
pequeña flor del huerto mío,
que regué en la orilla
de mis azules aguas.
Y mi jardín
perdió tu perfume,
y contigo se fue
la blancura lilácea
de sus atardeceres.
Te busco desde entonces
en los rincones aletargados
de nuestra casa,
y yo sé que prados ajenos
te cobijan
y alimentan tus raíces.
Extraña flor amada,
ñandubí* del paraíso,
con negros ojos de tierna gacela,
¿hasta cuándo entristeces
mis miradas?
Bella luciérnaga
de mi frondoso valle nocturno,
¿hasta cuándo detienes tu vuelo?
Regresa,
que ya se encendieron
velas en mi alma
por tu ausencia.
INGRID ZETTERBERG
Dedicado a mi amada hija Claudia
cuando emigró a Estados Unidos,
y no pude verla por largos seis años.
*ÑANDUBÍ: Apodo que le puse a mi hija,
de cariño.
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