EL PODER DE LA ORACIÓN
Te veo dar tus primeros pasos,
tus pininos hacia la nueva vida
de esperanza y alegría
hija amada, hija mía.
Pendiente está mi corazón de ti,
te amo con ternura
y renovadas ilusiones
como cuando eras mi niña.
Creí en mi dolor que te perdería
pero mis fuerzas se renuevan cada día.
Escucho tu risa
que doblega el silencio.
Escucho tu voz juvenil
que ha secado la fuente de mis lágrimas.
Dios atendió mi clamor,
y en su piedad me consoló.
INGRID ZETTERBERG
Dedicado a mi amada
hija Stephanie
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